Los e-books y la sostenibilidad

Normalmente los e-readers se nos presentan como una alternativa más ecológica que los libros en papel; sin embargo, cuando uno se toma el tiempo suficiente para investigarlo a fondo, se abre paso la sospecha de que es más que probable que no sea así.

Más allá de los análisis propagandísticos de Amazon, los últimos estudios independientes, entre ellos uno que nos ha parecido especialmente sólido y riguroso de varios investigadores de la Universidad de California (P. Ding et al., «Life Cycle Analysis: E-reader and Printed Books», Los Angeles) establecen que las emisiones de CO2 de un e-reader rondan los 2690 kg de CO2, mientras que las de un libro en papel están en 21 kg (en nuestro caso y con nuestro papel serían de hecho menos, como os contamos en el apartado dedicado al papel). Esto quiere decir que el punto de equilibro desde una perspectiva ecológica es el siguiente: sólo tras comprar 128 libros en papel se iguala la huella de carbono de comprar un e-reader en el que leerías esos mismos 128 libros. Pero ojo: ¡tienes que comprarlos y leerlos antes de que la obsolescencia programada de tu e-reader lo apague para siempre!

Si pensamos que en España cada lector compra una media de entre 8 y 10 libros al año (aunque aquí se incluyen muchísimos libros que jamás leerías en un e-reader, por ejemplo, libros de texto o de arte…), y calculamos la tasa temporal de renovación del aparatito… nos sale lo siguiente: salvo que estimes con gran optimismo que el e-reader te va a durar bastante más de una década, o seas un lector empedernido y además devoto del digital, que llegarás a leer esos 128 libros en muy poquitos años, verás que las cuentas no salen, al menos en lo que al planeta se refiere. Y eso por no hablar de las minas ilegales y los desastres humanitarios y las guerras que amparan la extracción de los materiales necesarios para la fabricación del e-reader (metales como el aluminio, el cobre o el litio; minerales como el coltán).

A todo esto hay que sumar lo que subjetivamente consideramos una depauperación de la experiencia de la lectura; lo que objetivamente constituye una depauperación de nuestra labor editorial (la elección del formato del libro, del diseño de la maqueta, de las tipografías, de las texturas de papel… todo por la borda); el uso más que discutible desde un punto de vista ideológico del DRM; la cesión de datos a grandes plataformas, que no sólo cobran por vender el libro sino por vender la información del tipo de lectura que haces de él (tiempos, abandonos, subrayados…) contribuyendo así en parte a modelar desde sus intereses los libros y las narrativas del futuro; o el apoyo a una sociedad del hiperconsumo y la acumulación por impulso: compras más baratas, más rápidas, todo muy flash, que no ocupan espacio, que leerás o quizá no…

En fin, tal vez en un tiempo (mucho, poco, quién sabe…) no nos quedará más remedio que entrar de lleno en ese juego para que nuestro proyecto editorial pueda sobrevivir. En ese caso, acataremos la teoría del mal menor, y comenzaremos a vender e-books en canales comerciales, sin mayores dramas. Pero mientras podamos vamos a dedicar nuestro mayor esfuerzo al tipo de libros que amamos: los de papel. Si acaso, nos hemos planteado (para todas aquellas personas que por distintas razones no pueden acceder a nuestros libros físicos, o para aquellos cuya tasa de lectura es tan alta que consideren de forma meditada que les compensa el uso de un e-reader) tener disponibles archivos digitales, pero sin ningún tipo de distribución ni DRM, de venta testimonial en nuestra web.