Fuera el plástico

De ahora en adelante, seremos una editorial desplastificada (por feo que resulte el término). Eliminamos el plástico de todos nuestros suministros (sobres con burbujas, materiales publicitarios, etc.); pero, sobre todo, de nuestros libros (salvo en los casos concretos en que pueda existir alguna obligación contractual previa o acuerdos de coedición). Nos libramos así de esa lámina transparente tan aséptica que los recubría y protegía (ahora el tacto será cálido, contará cosas, pero también serán más frágiles, de modo que ojalá distribuidores y libreros compartan nuestro compromiso medioambiental y los traten con cariño en el va y viene de la logística).

Descartamos el plástico por dos motivos. El primero es evidente: eli­minar el consumo de este material de origen fósil. El segundo motivo, sin embargo, es un poco más enrevesado. Esa lámina de plástico transparente es uno de los principales perturbadores del reciclaje de libros: lo hace un poco más difícil, un poco más caro y por lo general da lugar a fibras recicladas de peor calidad, que quizás tengan más posibilidades de convertirse en papel higiénico que en papel gráfico (todo lo cual es muy útil en situaciones de histeria pandémica en los supermercados, pero disminuye el mercado de papel reciclado para libros, elevando los precios, alejando a los editores y dificultando el camino hacia una verdadera economía circular). Ya que queremos un futuro con muchos más libros reciclados, vamos a preocuparnos también por hacer libros perfectamente reciclables.